domingo, 13 de marzo de 2016

Segundo control de lectura. Procesos Sociales II: Chile

SEGUNDO CONTROL DE LECTURA.
PROCESOS SOCIALES II: CHILE.


Si nos contextualizamos en el último tercio del Siglo XIX y durante la segunda mitad del Siglo XX, veremos la sociedad de nuestro país en medio de  un fenómeno social conocido como “migración campo-ciudad”, el cual se caracterizó por el traslado de muchas personas que vivían en un contexto de campo y de actividades principalmente agrarias, las cuales constituían a la forma, sustento y condición de vida de estas personas, a un mundo completamente envuelto en una nueva sociedad que evolucionó gracias a las nuevas tecnologías e industrias oferentes de trabajo. Estos individuos migrantes (en su generalidad), buscaban de la ciudad nuevas y mejores condiciones de vida, la cual se llevaría a cabo mediante el cambio  en la forma del sistema de trabajo y por consiguiente la posibilidad de movilidad social.

Esta, resultó ser una etapa de grandes cambios para este sector de la sociedad. Ya que, junto con este traslado de la vida de campesino a una vida de obrero en la ciudad, fue edificando, con el paso del tiempo, un modelo de vida común y compartida para estos nuevos obreros. Como muy bien lo señala el texto de Mario Garcés, quienes en un principio vivieron como artesanos y/o campesinos, se convirtieron en esta nueva etapa en obreros activos de este nuevo sistema industrial.

Es por esto, que este ensayo pretende analizar en profundidad las características más importantes y fundantes de esta época de cambios para el sector social obrero, que llevaron a una crisis moral para la sociedad, dadas las particulares y extremadamente deficientes condiciones de vida que envolvían la cotidianidad de los sectores bajos de la ciudad. Y como estas condiciones llevaron a la segregación de parte de otros sectores de la sociedad (principalmente la clase alta), más bien con un afán que guiaba siempre a la materialidad, buen estatus y como bien lo afirma la alusión de Clotario Blest, “un crudo egoísmo”, que llevó a una separación total de intereses entre estas clases. Sobre todo de parte de la elite hacia los sectores bajos. Tanto en la precaria preocupación en sus condiciones de vida como también en ámbitos laborales y  el ausente interés de defender sus derechos de trabajadores. Dados estos acontecimientos, la función de este ensayo corresponde al análisis desde un principio de estas, que fueron desencadenando de a poco, la crisis moral en la que cayó una parte de la sociedad. Como también cuales fueron las principales medidas que se tomaron en ámbito estatal para solucionar esta situación de seria marginalidad social.

Adentrándonos en el diario vivir y en las condiciones de vida de estos actores de producción, los obreros, podemos destacar variados componentes de su condición en la ciudad. Partiendo por el lugar en donde debían y podían residenciar en la ciudad. Durante esta época de migración que duró más de medio Siglo, nos encontraremos con nuevos barrios, en donde esta gente de escasos recursos y salarios habitaban. En el texto de Sergio Grez, se nos plantea la idea de este sector social como un sector de diversas ocupaciones pero con una semejanza general, la cual incluía a todos como “pobres”, de condiciones precarias e incluso marginales. Esto, muy bien se explica por la forma y condiciones en que se edificaban o se encontraban las viviendas de estos. Un ejemplo son los ranchos, hechos de materiales  básicos como el adobe, paja y tierra, ubicados en el lugar periférico de la sociedad. Otro ejemplo de viviendas que ocupaban estos sectores bajos populares, son “cuartos redondos”, dando paso luego a los llamados “conventillos”. A gran diferencia de los ranchos, estos se caracterizaban por ubicarse al centro de la ciudad, la mayoría de estos, no poseía más que un cuarto, es decir, de pieza única, con sólo una salida y regulada por un pago de arriendo. Cabe destacar, que estos cuartos no eran ocupados por una persona, sino muchas veces el hogar de familias completas, en donde inmediatamente se generaba hacinamiento y las condiciones de salud se agudizaban en contra de todos los que habitaban cierto sitio. Esto, muy bien se puede apreciar esto en la siguiente cita de Sergio Grez: “El hacinamiento era grande: en cada pieza vivían familias de hasta seis u ocho personas, que usualmente compartían el exiguo espacio con animales, haciendo aún más grande el desaseo y más insalubre la habitación”. (pág 170)
Bien pudimos observar y comprender, gracias al texto de Sergio Grez, quien menciona que la ciudad fue desarrollando con el paso del tiempo una “reorganización”, que la ciudad en cierto sentido “crece” como también la marginalidad social. Esta ciudad, va adquiriendo una nueva forma de ocupación de las personas que se regían en ella, tanto física como psicológicamente. La sociedad cada vez acrecentaba más el número de individuos que conformaban los sectores bajos, cada vez se poblaba más con arrendatarios de familias completas y numerosas en los cuartos redondos, los cuales no poseían más que un ambiente. Los cuales no poseían tuberías o un sistema que regulara los residuos generales a favor de la higiene. Esto, corresponde a un fenómeno que sin duda, daba paso a una deficiencia envuelta en una absoluta vulnerabilidad de estos sectores, dadas sus reales condiciones de vida.

Es prudente destacar, un concepto de gran importancia y magnitud que acuñó durante esta época gracias a las situaciones mencionadas anteriormente. Pues, nos referimos a la “cuestión social”. Un término que reunía las situaciones tanto cultural, política, ética y muchas otras dimensiones en torno a las condiciones junto con el contexto en que debían vivir diariamente los sectores bajos de la sociedad. Y es precisamente la cuestión social, el resultado de muchos factores ya mencionados. Como la migración campo-ciudad, seguido del estilo de vida de los conventillos o ranchos, llegando a las precarias condiciones de vida en que se insertaron con rapidez y naturalidad en las vidas de estos agentes.

Es aquí justamente cuando comienza a ocurrir y desempeñarse una situación que no sólo comprendía a los sectores bajos de la sociedad, sino a la mismísima elite de esta. Era tal la diferencia y la brecha social existente en la época entre estos dos sectores sociales que no era prudente comparar o asimilar uno con otro. Esto muy bien se argumenta con la siguiente cita de Mario Garcés: “En el caso de Santiago el contraste entre el hacinado conventillo y la espaciosa mansión oligárquica no admitía comparación”. Esta situación de diferencia y separación de todo ámbito de un sector con otro, llevó a un fenómeno espontáneamente representativo entre el comportamiento y relación de clases. (pág 92) Nos referimos al proceso de “apartamiento” y segregación social de parte de este elevado sector hacia las clases bajas. Con respecto a este fenómeno, podemos mencionar y destacar una gran cantidad de elementos que constituyeron esta realidad. Sin embargo, para explicarla, es necesario analizar las posturas y visiones que sostenía el sector bajo de la sociedad hacia sus mismas condiciones de vida y de trabajo.
Los obreros, un término elemental para referirnos a una buena parte y por tanto, mayoría de individuos (masculinos) dentro del sector social inferior, comenzaban o mejor dicho ya eran conscientes de las formas de vida en que eran expuestos una vez insertos en el sistema de la ciudad. Tanto en el lugar de trabajo como en la viviendas que debieron adquirir. Es así como estos, tomaron riendas con respecto a lo que acontecía y comenzaron a formar “demandas obreras”, con respecto a estas podemos mencionar las principales como: el hacinamiento, la falta de higiene en las viviendas. Además de las demandas correspondientes al ámbito laboral. Estas, correspondían a situaciones como: la inexistencia de: leyes laborales y un sueldo regulado, seguros laborales para el trabajador de parte de los empleadores a cargo o la simple previsión a futuro de estos obreros.

Ante estas situaciones, la elite, suponía y pretendía ciertas soluciones, las cuales muchas veces eran llamadas “alternativas de parche”, que muchas veces, en vez de buscar una solución a estas situaciones de vulnerabilidad, cada vez acrecentaban más la “reclusión” dentro de sus espacios. Por lo general, existía una brecha social de tal magnitud entre ambos sectores, que era inevitable el sentimiento de hablar de “los otros”. Es decir, referirse a los sectores inferiores como otra clase y otro tipo de gente. Es gracias a esto como la elite implementa medidas que contribuyeron al fin y al cabo en un “apartamiento” de entre sectores. Un ejemplo son las viviendas que se daban a disposición de los sectores bajos, alejadas de la correspondiente clase alta, espacios especiales para este sector con el objetivo de la divergencia entre clases, logrando una “insuficiencia” en la finalidad de subsidio y/o ayuda para estos sectores. Frente a estas situaciones, las clases obreras no se mostraron inertes, sobre todo ante la situación de las demandas que cada vez se agudizaban de mayor manera. Y es gracias a la necesidad general entre obreros, lo que llama a una mínima “dignidad” en sus   condiciones de vida. Los obreros comienzan a “visibilizarse” y a tomar conciencia. No obstante, esto se llevó a cabo mediante un proceso fundamental, el cual corresponde a movilizaciones, protestas, huelgas, formación de sindicatos y muchas otras manifestaciones que llamaban a defender derechos y la existencia de un trato y dignidad mínima al hombre trabajador.

Dadas estas situaciones, la elite no respondía ni tampoco le era conveniente ayudar a los sectores obreros. Es más, debían proteger y mantener un cierto “prestigio”, el cual no podía disolverse, sino mostrar una superioridad y estabilidad ante cualquier situación. Aún cuando se tratase de demandas de parte de un gran número de personas. Pues, los obreros tomaban cada vez más firmeza en sus postulados. Buscando de forma clara una regularización del trabajo, una previsión que los resguardara, más un salario fijo que pudiera asegurar su mínimo bienestar y el de sus respectivas familias. Al obrero no se le permitía tener propiedad privada, no tenía las herramientas, por lo que era prácticamente imposible llevar una vida resguardada y digna. Sin embargo, contra estas manifestaciones, el Estado actúa frente a ellos de una manera dura y abortiva. El Estado, en su máxima expresión manifiesta el elemento opresor, con el objetivo de deshacerse de estas demandas, expulsarlas y desparecerlas mediante la fuerza. Además de fabricar una visión “egoísta” espontánea del obrero. Un claro ejemplo son las huelgas realizadas a principios del Siglo XX, como la “huelga de la carne”, la cual se desencadenó a raíz de un impuesto que beneficiaba más, de cierta forma, a los trabajadores extranjeros que los obreros nacionales. Pero sin lugar a dudas el ejemplo que muestra con más claridad el uso de la fuerza con la intención de reprimir manifestaciones de demandas obreras, es la “matanza de Santa María de Iquique”. Situación en la cual se registró una cantidad extrema de muertos, producto de la acción de las fuerzas armadas en contra de una gran cantidad de gente que se encontraba manifestando dentro de una escuela en Iquique.

Retomando el tema de las condiciones de vida y la constante vulnerabilidad en los sectores bajos que habitaban en la ciudad, es prudente mencionar el surgimiento del “Estado Benefactor” en Chile. Esto surgió a raíz de los graves problemas ya mencionados,  principalmente representados por la cuestión social. Además de la inexistencia del respaldo mínimo y básico para llegar a un desenvolvimiento de los grupos más pobres de la sociedad. Este proceso, se inicia, a partir de la década de 1920. El principal proyecto para su implementación correspondía a  una serie de instituciones que buscaron cubrir las necesidades principales. Como las sanitarias, de vivienda, educativas y protección social destinadas para estas clases trabajadoras.
el emprendimiento, el cual se acompaña de la meritocracia que valoraban los trabajadores. Es decir, los frutos. De a poco, el inversor se convierte en empresario y el trabajador comienza a organizarse. Los frutos de esta organización comienzan a verse en las nuevas leyes laborales y salarios que el Estado pone a disposición de los trabajadores. Por estos nuevos cambios, sobre todo en el ámbito laboral, se muestra claramente como el Estado necesariamente debe preocuparse por las demandas y nuevas necesidades obreras. Este suceso llevó a la existencia de un proceso llamado “Estado Benefactor”. Si bien, este, no fue igual de completo y asegurador en muchos ámbitos, como si lo fue en muchos países que se implantaba en Europa, hubo grandes cambios en donde el agente encargado de este era el Estado. Pues, por primera vez se estaba dando la posibilidad a los trabajadores para que tuvieran un salario regulado y pudieran respaldarse en leyes laborales, una vez que asistían a sus ocupaciones. Podemos concretar, gracias a este anterior análisis que el Estado Benefactor, constituyó a uno de los más grandes esfuerzos para mejor las condiciones de vida representadas por la cuestión social, en término de organización estatal para su realización.

Si seguimos situándonos en el área económica de nuestro país hasta ese entonces, cabe destacar que Chile era un país totalmente monoproductor (un gran ejemplo es el salitre), ya que dependía únicamente de sus exportaciones de materias primas dirigidas a otras naciones. Como por ejemplo; EE. UU. Es por esto, que al emerger la famosa “crisis del 29”, producto de la caída de la bolsa de Wall Street en Estados Unidos, Chile fue el país más afectado, debido a su gran dependencia económica. Pues, Chile no poseía ninguna industria exponente, la cual no correspondiera a materias primas, sino materias primas, las cuales no pudieron sustentar al país en un momento de crisis, ya que los países demandantes de estas no se encontraban bien económicamente. La industria nacional era incipiente, nuestro país era extremadamente dependiente de las exportaciones. Dadas las circunstancias, Chile debe enfrentar una fuerte crisis, la cual agudizaba con mucha más profundidad la vulnerabilidad que ya se había apoderado de una gran parte de la sociedad.

Esta situación llevó a que el Estado se hiciera cargo de gran parte de este problema. Este, intervino para “fomentar la producción”. Si bien, nuestro país no poseía grandes industrias ni tampoco lograba abastecerse por si misma y menos en momentos de crisis, se instauró una nueva idea por parte del Estado, la cual consistía en fomentar la producción nacional, es decir, introducir en Chile una economía “hacia dentro”. Esta idea se concretaba en el más conocido modelo ISI (industrialización por sustitución de importaciones), en el cual se crearon variadas asociaciones con este mismo objetivo de industrialización nacional. Ejemplos de este fenómeno fue CODELCO, ENDESA y también la famosa “CORFO”. Gracias a estas asociaciones, nuestro país logró desarrollar una “nueva forma de concebir el mundo”. Esto muy bien se puede apreciar y sustentar en la siguiente cita de Correa: “El desarrollo “hacia fuera” basado en la exportación de recursos naturales en el contexto de políticas de libre mercado, sucumbió al cerrarse los mercados, siendo entonces reemplazado por el denominado “desarrollo hacia adentro”. El instrumento fundamental del nuevo paradigma”. (pág 140) Es así, como el modelo de sustitución de importaciones, se convierte en una nueva forma de orientar la economía del país.

También, es importante destacar, que la mayoría de estas asociaciones creadas con la finalidad de fomentar y expandir la industria nacional, fueron implementadas en los “gobiernos radicales”, conformados por la estadía en el poder del presidente Aguirre Cerda (1938-1941), Juan Antonio Ríos (1941-1946), y González Videla (1946-1952). Gobiernos que dadas las circunstancias se encargaron de darle un “plus” al país, luego de la gran crisis del 29, el país descendió en muchas medidas, dejando al país en una situación complicada y sin muchas salidas. Sin embargo, los gobiernos radicales, pudieron, entre muchos logros, realizar grandes cambios dentro de la década del 30, los cuales lograban un gran contraste, contrastándolo con las anteriores condiciones, previas a estos gobiernos y claramente agudizadas producto de la crisis. Esto, lo podemos apoyar y sustentar con la siguiente cita del autor Ortega: “Las transformaciones operadas en la economía chilena durante la década de 1930 fueron el producto de la coyuntura externa y de las políticas adoptadas para contrarrestar los efectos de aquella. En este sentido, durante los años 1932 a 1938, el gobierno de Arturo Alessandri actuó con prontitud y pragmatismo para restaurar la confianza, la demanda, el empleo, el ingreso y la inversión, a través de medidas monetarias, fiscales y políticas de incentivos específicos a determinados sectores” (pag 26-27). Es así como esta cita nos ha mostrado la acertada y competente acción realizada por un presidente radical, de quien se afirma, logró tanto una superación de estabilidad política y económica, como un incentivo importante que llegó hasta los sectores más bajos.

La sociedad chilena, vivió una serie de cambios que fueron fundamentales para el proceso y la formación de la nación que hoy está presente y de la cual se puede contar una historia. Un proceso que comenzó con un cambio de vida a la ciudad, el cual llevó a la marginalidad de miles de personas en busca de mejores condiciones, la represión de parte del Estado a las  tantas voces de muchos de estos individuos trabajadores exigiendo mejores condiciones de vida. Estado en donde los poderosos correspondían en su mayoría a la elite, un sector social que llevó a una crisis moral de la sociedad, guiada por la motivación material y absurda del prestigio y el egoísmo hacia los sectores marginados. Este mismo Estado que les dio la espalda, con los años fue cediendo leyes laborales y elementos necesarios para el resguardo de los trabajadores. Sin duda, podemos concretar, gracias a todo el anterior análisis, que el Estado Benefactor, constituyó a uno de los más grandes esfuerzos para mejor las condiciones de vida representadas por la cuestión social, en término de organización estatal para su realización. Sin embargo, nunca fue suficiente la intervención del Estado hacia la gran vulnerabilidad y pobreza en la que se vio envuelta una gran mayoría de la población chilena.

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