domingo, 13 de marzo de 2016

Electivo estratificacion social: Desigualdad de Género en el Mercado Laboral Chileno...

DESIGUALDAD DE GÉNERO EN EL MERCADO LABORAL CHILENO: DIMENSIÓN Y JUSTIFICATIVAS


1 INTRODUCCIÓN

La desigualdad es un tema central del estudio de la sociología. Las distintas corrientes que la analizan varían entre condenar la estratificación social hasta aceptarla como condición esencial para la convivencia humana en comunidad. En ese último caso se destaca el  concepto funcionalista de desigualdad[1], en que la estratificación surge de la necesidad de asignar roles en la sociedad. Pero hasta en ese escenario de legitimación, la inequidad de género contemporánea se muestra difícil de justificar. Desde la inserción masiva de las mujeres en el mercado de trabajo después de la II Guerra Mundial[2], las posiciones de hombres y mujeres en la esfera pública se tornaron difusas. O sea, la división por género ya no es relevante como mecanismo de asignación de los individuos en la estructura social.

A una primera mirada, también se puede pleitear que las diferencias actuales entre los géneros tienen origen “natural”, ya que aptitudes físicas definieron el rol de “proveedor” para los hombres y “dueña de la casa” para las mujeres, estructura que siguió (y sigue) apoyada por la cultura de una sociedad patriarcal.

Sin embargo, esa explicación parece insuficiente en un momento en que discusiones acerca de los derechos de las mujeres ocupan el centro del debate público y la equidad de género es percibida como necesaria en un ideal de sociedad. Surge, entonces, una cuestión primordial: ¿porque la desigualdad de género  sigue existiendo?
Para contestar la pregunta de forma satisfactoria y adecuar el tema al formato del presente trabajo, el problema será delimitado geográficamente a la situación de Chile y socialmente a la esfera laboral, ámbito reconocido por algunos autores como “la estructura más importante de estratificación social”[3].

El problema se transforma, entonces, en: ¿qué justifica la existencia de la estratificación por género en el mercado laboral de Chile? Como manera de llegar a una respuesta, el texto se divide en el desarrollo de los siguientes objetivos específicos:

-              definir los conceptos centrales del tema;
-             dar una dimensión para la desigualdad con base en la diferencia de sueldos entre hombres y mujeres;
-              en la diferencia de ocupantes hombres y mujeres en cargos de poder;
-              y en la existencia de profesiones típicamente masculinas y femeninas.

2 CONCEPTOS TEÓRICOS

Para alcanzar los objetivos propuestos, se empieza con la definición de algunos conceptos centrales. Martin (1995) destaca la importancia de la utilización de la palabra “desigualdad” y no “diferencia”, por ejemplo, para no “ocultar las relaciones de poder existentes entre el colectivo masculino y femenino y la discriminación que, en consecuencia, padece este último” (p. 81). La misma lógica es utilizada con los términos “género” y “sexo”, en que el primero considera “más allá de la biología”. O sea, es una construcción social que “en el caso específico de las sociedades industrializadas, asienta sus raíces (…) en la adaptación funcional a las necesidades productivas del sistema capitalista” y “en la estructuración de las correspondientes representaciones sociales y códigos simbólicos (…) fundamentales para comprender las ausencias y presencias, femeninas y masculinas, de las actividades productivas y reproductivas” (p.82).

También es fundamental tener claro los conceptos de “discriminación salarial” y “segregación y discriminación ocupacional”. El primero ocurre cuando una clase recibe un sueldo menor que otra por hacer exactamente el mismo trabajo[4]. Ya la segregación ocupacional se constituye como discriminación cuando criterios “distintos de la productividad determinan el número de hombres y mujeres que tienen la oportunidad de ingresar en cierta ocupación”[5]. Esa segregación también puede ser clasificada por la concentración en determinados segmentos del mercado de trabajo (segmentación horizontal) y en posiciones de poder relativamente inferiores (segmentación vertical)[6].

En resumen, la desigualdad de género en el mundo laboral se manifiesta por distintas oportunidades para hombres y mujeres con condiciones equivalentes de calificación, capital cultural, etc. En la práctica, esos criterios se visualizan cuando las mujeres ganan menos y ocupan funciones de menor prestigio que los hombres, terminando en el espectro inferior de una situación de dominación. Una teoría representativa de esa visión es el Techo de Cristal[7] que ve la existencia de una limitación al ascenso de las mujeres en las organizaciones. El techo las impide de avanzar y se constituye independiente de leyes o dispositivos oficiales que impongan barreras  a la carrera laboral femenina.

3 DESIGUALDAD EN LA PRÁCTICA

Lo expuesto puede ser fácilmente comprobado con una mirada a la realidad de Chile. El gobierno chileno actualmente calcula que el sueldo de una mujer es en promedio un tercio más bajo que el de un hombre[8]. Otros estudios compraban la brecha. En promedio, una mujer con posgrado gana $990.000, en cuanto y lo que gana en promedio un hombre con posgrado es $1,78 millones[9]. Una investigación con empresas seleccionadas también mostró que en Chile la participación de las mujeres en cargos directivos es de 5,4%[10], ante una mediana de 6,4% en América Latina. Estos datos de a poco van demostrando la diferencia enorme y extensa brecha social entre ambos sexos.

Gracias a esta diferencia que ha perdurado desde la formación de la nación, el país ha comenzado a edificar ciertos prejuicios con relación al trabajo que desempeña la mujer en comparación al que realiza un hombre. Un ejemplo muy claro es el hecho natural de que la mujer pueda concebir un embarazo, algo que pueda significar una pérdida de dinero para ciertas empresas de trabajo o signifique un “problema” poco atractivo de subsidiar y sea mejor opción el contratar un hombre y “ahorrarse el problema.

Sin embargo, existe una serie de situaciones que no involucra este tipo de problemas naturales con respecto al sexo. Como por ejemplo el hecho de tener que designar a una persona a cargo de un puesto importante, como el de nombrar a un hombre o una mujer el cargo de gerente o presidente de alguna organización porque se cree que un hombre pueda llegar a ser más “capaz” que una mujer al tener actitudes o una apariencia más “apta” que la de una mujer. Este caso, y muchos más son evidentes al momento de analizar la diferencia laboral que se tiene sobre los sexos.
Pues, sin embargo, es importante tener en cuenta que existe una discriminación ligada a la cultura machista, ya que desde los inicios de la independencia como país, todas las decisiones e hitos importantes fueron realizados por hombres, algo que con el tiempo sin duda ha ido evolucionando, pero no del todo. Aún hay muchos casos de diferencia de género, se encuentra  muchos casos a diario y es por eso que cada cifra es importante para evidenciarlo.

No obstante, hay que destacar que Chile ya ha logrado obtener dos veces una presidenta del sexo femenino, Michelle Bachellet, junto con la participación política que ha ido desarrollando.

Volviendo al tema anterior, no se debe olvidarse de la desigualdad de género incluye tanto a hombres como mujeres. Un caso importante de mencionar al tocar este ámbito es  la feminización que han sufrido mediante el tiempo ciertas profesiones. Como por ejemplo, uno de los más notorios: educación parvularia. Es muy inusual e incluso imposible poder encontrar hoy en día un educador de párvulo de sexo masculino. Muchas veces, esto tiende a ser por un estereotipo y  un modelo que ha impuesto la sociedad con respecto a que la mujer posee más capacidades en cuanto al cuidado, trato y un instinto maternal que posee por el hecho de “ser mujer”.

Otro ejemplo de profesión feminizada con el tiempo, es enfermería.  Al igual que educación parvularia, enfermería es una carrera que asocia a la mujer claramente más óptima que un hombre al cuidado de una persona casi como una propiedad innata por el hecho de ser mujer. Sin embargo, enfermería vendría siendo una carrera con un porcentaje de hombres bastante considerable (aunque continúa siendo reducido con respecto al porcentaje femenino), en comparación a la profesión de educación parvularia. Una de las razones posibles razones de porqué los hombres no frecuentan considerablemente esta profesión es la “mala visión” cultural que se presenta un varón adulto al cuidar un niño. Por ejemplo, muchas veces, una educadora de parvulo de edad avanzada se ve bastante “normal” otorgándole sus cuidados a un niño perteneciente a la etapa pre escolar. Pero un hombre de edad avanzada, cuidando un niño de edad pre escolar, no se ve igual de aceptado que una mujer en este caso. La mujer se ve maternal y óptima, el hombre se ve totalmente fuera de contexto.

Como señala Silba (2011), la responsabilidad por tareas domésticas y cuidados de hermanos menores son temas indisociables del análisis de las mujeres jóvenes como grupo, especialmente en las clases populares. “Se puede sostener una división básica que corresponde a la división sexual del trabajo más primitivo: las mujeres paren a los hijos, y por lo tanto, los cuidan: ergo, lo femenino es lo maternal, lo doméstico, contrapuesto con lo masculino como lo público”[11].

Siguiendo en el raciocinio, se puede afirmar que la segregación laboral de género es un fenómeno que expresa “el orden patriarcal en el mercado del trabajo[12]. De esa manera, las responsabilidades sociales tradicionalmente atribuidas para hombres y mujeres son reproducidas en el mercado laboral, en las profesiones y oficios y también en la distribución por sectores de la economía y jerarquías organizacionales.
Se puede concluir, entonces, que la participación laboral femenina está fuertemente determinada por “el carácter no remunerado de su trabajo en el hogar y sus dinámicas de entrada y salida del mercado laboral de acuerdo a los requerimientos del hogar”[13]. En ese caso, la distinción de género es determinante para la distinción de clase.

4 RAZONES PARA LA DESIGUALDAD

Aquí ya se adentra en un intento de detección de las causas de la desigualdad laboral de género. Uno de los primeros intentos de explicarla partió de la teoría económica, específicamente la del capital humano.[14] Los adeptos dese pensamiento miran la desigualdad de ingreso entre hombres y mujeres como consecuencia de la más baja productividad femenina que, por su turno, ocurre porque ellas acumulan menos capital humano (calificación, educación, experiencia) al largo de la carrera laboral, ya que dividen su tiempo entre el trabajo remunerado y el trabajo en el hogar.

Sin embargo, datos recientes muestran que en Chile “la situación educativa de las mujeres ha igualado e incluso superado a la de los hombres”[15]. El Ministerio de Desarrollo Social informa que, en 2006, las mujeres chilenas mayores de 15 años estudiaban en promedio 10,3 años, ante 10,6 años de los hombres[16]. Al largo de la vida la diferencia aumenta solo para un año (13 y 14 años, respectivamente). Siguiendo la teoría del capital humano, entonces, la desigualdad salarial de género seria explicada fundamentalmente por la ‘discontinuidad laboral’. Es decir, las mujeres acumulan menos entrenamiento y sufren de la depreciación de sus calificaciones por parar de trabajar en el período de la creación de los hijos, pero eso parece insuficiente para explicar brechas tan expresivas en los sueldos.

La diferencia entre salarios incluso es mayor en el grupo con más años de escolaridad (13 o más), en que las mujeres ganan en promedio 27% menos que los hombres de su misma categoría – ante una brecha de 19% en los otros niveles de educación[17]. O sea, en el grupo en que los miembros claramente dedicaran más esfuerzo para calificarse, la brecha salarial paradojamente aumenta al revés de bajar. Por eso, es necesario recurrir a otras explicaciones.

Aún dentro de la teoría del capital humano, Becker incluye el prejudicio en la ecuación[18]. Para el, las decisiones de los agentes en el mercado de trabajo no ocurren de forma exclusivamente ‘racional’, como manera de aumentar las ganancias, mas también dependen de la expresión de la discriminación, como la visión que un empleador tiene de las mujeres, por ejemplo.

Ese pensamiento ya empieza a cambiar el enfoque del análisis y se encuentra  a camino de otras corrientes teóricas que encaran la desigualdad de género como resultado de las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Esa dinámica incluso determinaría la creación de puestos específicamente femeninos. Áreas con participación casi exclusiva de mujeres, por ejemplo,  generalmente son de tiempo parcial. Beechey[19] concluyó que la mayor parte de los empleos de baja calificación en la salud, educación y seguridad social atiende eses criterios. La justificativa seria en parte funcional, ya que son puestos esenciales y necesitan funcionar por largos horarios, pero también es compatible con la realización paralela de las labores domésticas.
Acerca del reducido número de mujeres en cargos de poder, como ya expuesto anteriormente, la justificativa más plausible es la perpetua renovación de las “formas de dominación” y desigualdad del orden social patriarcal o “retradicionalización” de las relaciones de género”[20].

Mismo en los sectores de la economía donde la participación femenina es central, persisten relaciones de subordinación de tipo patriarcal. Para Cádenas, Correa & Prado, “transformar la desigual distribución del poder en y desde el mercado del trabajo supone un cambio profundo de los imaginarios y representaciones de género (…) en toda la sociedad”.[21]

Para comenzar a sintetizar sobre la desigualdad de género en nuestro país, debemos centrarnos principalmente en la idea de que esta continúa entre nosotros. Es decir, por más que a lo largo del tiempo, este haya contribuido para reducir la desigualdad en el ámbito cultural, político, económico y muchos otros, aun continuamos envueltos en una situación desigual. Seguimos con una base desigual, la superioridad de un género sobre otro no es algo que haya quedado en el pasado. Lo que sí podemos afirmar es que sin duda es un tema que ha ido evolucionando, dando cada vez, más posibilidades de igualdad, aunque claramente no es su totalidad. Hasta ahora, no se ha logrado una superación en totalidad de lo que es la desigualdad en Chile, ya que como mencionamos anteriormente, esta continúa en muchos ámbitos. Con esto nos referimos a todos los ámbitos posibles, desde la educación que recibimos desde pequeños en nuestras casas como la diferencia económica en cargos importantes de una empresa. Acompañado de estas situaciones, la discriminación y los prejuicios, muchas veces injustificados con el objetivo de generar una sobreposición de parte de un género sobre otro.

Es por esto, que además de evidenciar en nuestro análisis, la desigualdad presente hoy en día, nos atreveremos también a proyectar la siguiente situación: la desigualdad que permanece en nuestro país continuará presente en el escenario en el que nos encontramos. Luego de analizar con detención las situaciones que de a poco genera situaciones de desigualdad, hemos llegado a la conclusión de que es difícil cambiarla debido a la base cultural e histórica que nos acompaña. Sin embargo, en el caso hipotético de que las sociedades chilenas adaptaran políticas “anti-desigualdad” para cambiar o evolucionar de manera más rápida las pecunias situaciones que desencadenan la desigualdad presente en nuestro país, tendríamos una muy pronta “mejora” de esta situación. Estas políticas de cambio, debieran ser tanto públicas como informativas y de fomento para una real toma de conciencia de parte de la sociedad. Es decir, debieran ser proyectos fomentados por el gobierno, financiados por el Estado y puestos en vista de todos para así llegar a un nuevo pensamiento, colectivo que sea creado por todos o la mayoría de los integrantes de las sociedades. Un ejemplo se desarrollaría en pequeños comerciales y propagandas en la televisión con el objetivo de fomentar la igualdad entre géneros, tanto política, laboral y cultural. Que diera un gran énfasis en la negatividad y consecuencias negativas que esta desigualdad genera en la vida de las personas y como sería una sociedad con otro tipo de pensamiento y con una base familiar (ejemplo principal más cercano) que pudiera instruir de este modo, a las nuevas generaciones de este país.

Referencias

  • Burin, Mabel (1996). Una hipótesis de género: el techo de cristal en la carrera laboral. Género, psicoanálisis y subjetividad. Paidos.

  • Cárdenas, A., Correa, N. & Prado, X.. (2014). Segregación laboral y género: tendencias y desafíos relativos al mercado laboral de la salud y la educación en
  • Chile. En Polis, 12(38), 397-418. http://www.scielo.cl/pdf/polis/v13n38/art18.pdf

  • Comunidad Mujer (2015). Brecha salarial: Mujeres con posgrado ganan en promedio $990 mil y hombres $1,78 mills. al mes. http://www.comunidadmujer.cl/2015/03/brecha-salarial-mujeres-con-posgrado-ganan-en-promedio-990-mil-y-hombres-178-mills-al-mes/

  • Comunidad Mujer (2015). Mujer y trabajo: La necesaria incorporación de las
  • mujeres a la alta dirección. http://www.comunidadmujer.cl/biblioteca-publicaciones/wp-content/uploads/2015/03/BOLETIN-MARZO-2015-VF.pdf

  • Davis, K. & Moore, W.. (1972). El continuo debate sobre la igualdad: Algunos principios de estratificación. En Clase, status y poder(155-170). Madrid: Euramerica.

  • Fanelli, A.. (1989). Patrones de desigualdad social en la sociedad moderna: una revisión de la literatura sobre discriminación ocupacional y salarial por género. En Desarrollo Económico, 29(114), 239–264.

  • Gobierno de Chile. (2013). El sueldo de una mujer es en promedio un tercio más bajo que el de un hombre. http://www.dt.gob.cl/1601/w3-printer-98691.html

  • León, A., Atria, R. & Franco, R.. (2007). Estratificación y movilidad social en América Latina. Cepal, Santiago.

  • Martín, T.. (1995). Mercado de trabajo y desigualdades de género. En Cuadernos de Relaciones Laborales, 6, 81-92. http://revistas.ucm.es/index.php/CRLA/article/view/CRLA9595120081A





[1] Davis & Moore, 1972.
[2] Fanelli, 1989.
[3] Parsons, 1954 in Franco, León & Atria, 2007, p. 48.
[4] Treiman & Hartmann, 1981 in Fanelli, 1989
[5] Madden, 1976 in Fanelli, 1989, p. 241
[6] Anker, 1997; Anker/Melkas/Korten, 2003; Leitner, 2001; OECD, 2008; ILO 2012b in Cárdenas, Correa & Prado, 2014, p.400
[7] Mabel, 1996
[8] Gobierno de Chile, 2013
[9] Comunidad Mujer, 2015.
[10] Comunidad Mujer, 2015.
[11] Lamas, 2000 in Silba, 2011.
[12] Cárdenas, Correa & Prado, 2014, p. 400
[13] Anker, 1997; Godoy/Guzmán/Mauro, 2009 in Cárdenas, Correa & Prado, 2014, p. 400
[14] Fanelli, 1989
[15] Milosavljevic, 2007 in INE, 2015, p. 22
[16] Ministerio de Desarrollo Social, 2012
[17] INE, 2015
[18] Becker, 1976 in Fanelli, 1989.
[19] 1987 in Fanelli, 1989
[20] Jürgens 2001, 2002; Jurczyk, 2002 in Cádenas, Correa & Prado, 2014, p. 411
[21] 2014, p. 411.

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